«La felicidad no es más que una actitud, una predisposición a, una disposición de la mente entrenada para el optimismo ..»
En mi trayectoria como coach, e incluso en mi anterior profesión como directivo, siempre me ha llamado la atención como el término «felicidad» surge con mucha frecuencia; es ese momento cuando te preguntas si la vida tiene sentido y si merece la pena vivirla.
Hace unos años, viendo una película en casa, me llamó la atención una frase que decía: “… las ruinas son el camino a la felicidad”. ¿Qué son las ruinas para la felicidad? ¿Qué quieren decirnos con esta metáfora?
A lo largo de nuestra vida, sufrimos cambios, nos suceden cosas, tenemos pérdidas y rupturas, que hacen que nuestras emociones se derrumben, entrando en un estado de “ruinas”, entrando en un final de una etapa.
Las “ruinas”,… ese estado en el que una vez roto, todo es posible, pues todo está por construir de nuevo, es una nueva oportunidad que se nos brinda la vida, es un regalo. Y ahí, cuando reflotamos, emergen una serie de sentimientos/emociones protectoras que nos ayudan a acercarnos a un estado de felicidad, en un estado de satisfacción profunda, que nos recuerda que la vida merece la pena ser vivida.
Por lo tanto ¿Podríamos decir que la felicidad es un estado mental? ¿Es la mente la que interfiere en este estado, en esta emoción? La mente no deja de ser ese “poli malo” que todo lo juzga y lo interpreta, a la que le damos el poder de ver la vida con optimismo, felicidad o pesimismo, sufrimiento.
Es cierto que existe un factor genético muy importante que marca el optimismo en las personas, pero cuando uno toma consciencia del momento presente y de lo caprichosa que es nuestra mente, es entonces cuando adquiere el poder de transformar toda emoción «no querida», por una «emoción deseada». Esa transformación de la emoción «no querida» por «emoción querida», por optimismo, es la felicidad.
El Doctor Luis Rojas Marcos, en el segundo congreso nacional de la felicidad explica los diferentes protectores de la felicidad que se dan en el ser humano, dichos protectores son innatos en nosotros, y nos ayudan a salir adelante. Por lo tanto, la felicidad no deja de ser una opción que está presente en nosotros día a día y solo depende de nosotros elegirla.
Todos nos hablamos a diario, pero ¿Cómo lo hacemos? Mi pregunta sería : ¿Qué te dices todas las mañanas cuando te levantas y te miras al espejo? Te dices lo genial y estupendo que eres, o te recriminas y te castigas por algo.
Fíjate bien en tus palabras, en qué tono te hablas y qué te repites constantemente. Es curioso, pero, guardamos mucha hostilidad reprimida dentro y sentimientos de que «no somos suficiente …», por lo que ese sentimiento transformado en pensamiento puede llegar a hacernos mucho daño. Y eso, hay que liberarlo.
La flexibilidad y resistencia con la que te enfrentes a los cambios constantes de la vida, el sentido del humor que apliques en cualquier circunstancia, la esperanza con la que mires el futuro y el amor con el que abraces tu pasado, son actitudes de cara a la vida, son actitudes fundamentales que se deben de dar para ser feliz.
Os cuento una anécdota: Mi hija se empeñó en que quería un perro y fiel a su voluntad no paró de insistir e insistir. Al cabo de un tiempo y al ver que tanto esfuerzo no le servía de nada, optó por pedírselo a los Reyes Magos, pero resultó que los Reyes tampoco la escucharon, por lo que, de nuevo, decidió que tendría que cambiar de táctica.
No dándose por vencida me propuso lo siguiente: “-Si no quieres un perro porque requiere mucha atención y tú no tienes tiempo, ¿Qué tal si cogemos un hámster que está en una jaula y es pequeño?” Yo accedí, un hámster se incorporó a la familia vino y vivió con nosotros dos años.
Después de esto y habiéndome habituado a tener un animal en casa, me propuso tener un conejito. Su argumentario fue sencillo,: “-Mamá, es un animalito de jaula, no te dará mucho trabajo y es mejor que el hámster, ya que puedo jugar con el y abrazarlo”. No conforme con su primer argumento, añadió: ”-¿Sabes, Mamá? El conejito vivirá unos 5 o 7 años y para entonces tú ya no trabajarás tanto, estarás más en casa y entonces podremos tener el perro”.
El optimismo con el que enfocó el tema, la flexibilidad y la esperanza de que eso ocurriera, la llevó a transformar la emoción no querida, la desilusión, de haberle prohibido tener un perro, por una emoción deseada, la ilusión, da igual lo que sea la cuestión es tener un animalito en casa. En su pequeña cabecita, ha sabido gestionar su emoción y transformarla en un pensamiento feliz.
A diario, es importante saber compartimentar las parcelas de la felicidad, que son cada una de las áreas que conforma nuestra vida: el trabajo, la familia, la pareja, los amigos, el ocio, los deportes … Mantener un equilibrio constante en cada una es fundamental para sentirnos a gusto con nosotros mismos, para sentirnos en plenitud. Dedicar un momento al día para hablar o estar con los amigos, hacer un deporte en grupo o en solitario, salir a cenar con tu pareja, aunque sea un bocata, ir al cine con tus hijos … así seguiríamos haciendo una lista interminable de puntos.
Por lo tanto la felicidad no es más que una actitud, una predisposición a, una disposición de la mente entrenada para el optimismo.
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